Ayer, 20 de noviembre de 2011, todos los focos mediáticos estaban en las Elecciones Generales. Para muchos, el paradigma de la participación: elegimos personas que recojan nuestras preocupaciones, opiniones y sensibilidades para, a través del diálogo, alcanzar acuerdos que lleven adelante los asuntos que nos afectan a todos.
Pero el 20 de noviembre celebramos también el aniversario de la Convención de los Derechos de la Infancia y esta coincidencia señala con luz particular a uno de los derechos de nuestros niños y niñas, de nuestros chicos y chicas: el derecho a ser oído, a participar en las decisiones de los asuntos que les conciernen.
Si, como dice la Convención aprobada en 1989 con un grado de consenso entre países espectacular, los niños y niñas, los y las adolescentes son sujetos de derechos y no sólo objetos de protección, su opinión, su voz, no puede faltar en los momentos de decisiones que les afectan. Será un reto para las personas adultas que compartimos con ellos y ellas familia, escuela, juego, etc. articular formas adecuadas para que, cada uno según sus posibilidades, hagan llegar su parecer: probablemente no será igual la manera de hacerlo con niños y niñas de 6 años en espacios escolares, que con pre-adolescentes de 12 en un grupo deportivo o de tiempo libre, o que con chicas y chicas de 17 en el ámbito familiar. Un poco de creatividad nos podrá ayudar.
Pero el sustrato básico y fundamental, el común a cualquiera de las fórmulas participativas que podamos pensar es la sinceridad de la propuesta: estar realmente dispuestos a escuchar lo que dicen, a descubrir lo que les preocupa, a construir tomando en cuenta su parecer. No nos cuesta imaginar el escaso interés que suscitarían en nosotros y nosotras procesos participativos (incluso elecciones como las de hoy) que se articularan sólo «para la galería» o «para cubrir el expediente» y de los que intuyéramos la falta de efectos en nuestras vidas.
Nuestras chicas y chicos no son distintos, sólo son personas y ciudadanas en desarrollo, ávidas de aprender y relacionarse. Aprender participando, participar para construir comunidad: un derecho de plena actualidad.
FUENTE: Defensoría del Pueblo del País Vasco