— Sonia Olea Ferreras
El derecho a la tierra de las campesinas y los campesinos que viven en ella y la disfrutan, cultivan y cuidan no ha sido reconocido directamente por la Comunidad Internacional hasta hace apenas dos años; a través de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de otras Personas que trabajan en las Zonas Rurales. A diferencia de los pueblos indígenas y tribales, no cuentan con un tratado vinculante que obligue a los Estados que habitan ser consultados previamente antes de disponer sobre dichas tierras (con título legal o no). Este trabajo hace ese recorrido para finalmente proponer vías de defensa de los derechos humanos del campesinado ante el brutal envite de las empresas extractivas y agropecuarias internacionales que cada día atropellan su derecho a una vida digna. ¿Desde dónde?, desde un principio general de los Derechos Humanos: la interrelación entre los mismos.