Quienes promueven e incitan a la violencia e intolerancia entre hondureños y hondureñas, saben que destruyen la aspiración que tenemos a que Honduras llegue a ser una patria por todas y todos compartida, mediante la solidaridad constante para favorecer el desarrollo sostenible que conduzca al bienestar de todo el pueblo, sin discriminaciones ideológicas ni de ninguna otra clase.
Esa enseñanza valiosa fue evidenciada por el Sabio Valle quien describió a la Nación como “familia de hermanos”, porque: “El principio grande de la ciencia social consiste en formar un espíritu único de los espíritus diversos de una nación… la divisa de los gobiernos benéficos es unir a los hombres, así como la de dividirlos es de los despóticos”.
Lo positivo de las crisis actuales serán los esfuerzos y voluntades de recuperación y vigorización del papel principal del Estado hondureño para garantizar la dignidad, seguridad y bienestar de todas y todos los habitantes. Avanzar hacia ese fin supremo requiere de la unidad y confianza nacional que facilite, a todas y todos, el acceso a oportunidades de realizarse y al trabajo digno que posibilite la contribución de toda la colectividad al desarrollo sostenible y al disfrute equitativo de sus beneficios, por la población.
Para lograr esa unidad y confianza, tenemos que acercarnos más a la verdadera realidad de nuestro país y al hecho de que todas y todos conformamos el pueblo hondureño, lo cual muy difícilmente coincide con información e ideas distorsionadas por intereses ideológicos o de otro tipo que proclaman diferentes grupos o personas. Estos son tiempos de valorar la información que circula ampliamente y darle el tratamiento apropiado conforme a la ética y deberes humanos, para que ésta se transforme en saber, mediante el conocimiento específico y detallado, que nos permita opinar cívicamente sobre los riesgos comunes que debemos prevenir o afrontar y las soluciones que necesitamos como nación unida.
Actuar conforme a información parcial constantemente reiterada es contrario a la cohesión social y favorece división, odio, descrédito, deslealtad y desconfianza que desalientan el esfuerzo nacional hacia la dignificación humana individual y colectiva. Es ignorar deliberadamente que el verdadero poder está en el pueblo en su conjunto, y no en un pueblo dividido y sometido a intereses particulares o hegemonías ideológicas, donde el bien común sólo es concebido para pocos.
Esos antivalores constituyen una negación del valor propio de la dignidad de cada persona y un rechazo de la aceptación del otro u otra, así como del diálogo y la reconciliación nacional. Representa una posición incompatible con la igualdad y no discriminación en el goce de los derechos humanos por todas y todos los habitantes.
A esa obsesión descalificadora y divisionista, aludía José Cecilio del Valle al referirse a: “El fanatismo de la opinión, porque siempre son fanáticos los que profesan doctrinas exageradas, creen que aquellas doctrinas se han creado para ellos exclusivamente, creen que ellos son la ley, que ellos sólo tienen el derecho y la autoridad de defenderla; creen, en fin, que tendrán más fuerza mientras más abatidos vean a los de contraria opinión; y no cuentan con la fuerza que suele dar a los vencidos la desesperación. Aspiran al exterminio de sus adversarios y parece que ignoran los efectos morales y políticos del martirio. Quieren que la nueva ley no ofrezca garantías a los que no son sus amigos y en esta parte raciocinan como los déspotas, al mismo tiempo que se proclaman liberales por excelencia”.
Honduras debe desalentar y prevenir el arraigo y desarrollo de actitudes de quienes hoy alientan y promueven odio, intolerancia y desprestigio entre las y los habitantes, y, en su lugar, afirmar valores fundamentales de igualdad, no discriminación, participación, fraternidad y solidaridad que nos permitan progresar hacia el desarrollo como derecho humano y la democracia real.
De cara a un mejor porvenir, la unidad de acción, desde el presente, por el desarrollo sostenible hacia el bienestar de todas y todos los habitantes, es lo único que permitirá superar la presente situación de pobreza, violencia, delincuencia, degradación del medio ambiente e insuficiente desarrollo humano.
Ante esa realidad, el pueblo hondureño debe continuar luchando responsablemente e ir hacia el encuentro de su unidad y de la confianza social, en aras de su libertad, democracia y paz, mediante el fomento de la cohesión social, el buen gobierno, la buena ciudadanía, y el trabajo digno que contribuyan al desarrollo sostenible local y nacional, y a la distribución de los beneficios del desarrollo sostenible, con justicia social.