Discurso de la Defensora de los Habitantes de Costa Rica, con motivo de la apertura de la XVII Asamblea Anual de la Federación Iberoamericana de Ombudsman (FIO)

Decía Víctor Hugo, que el futuro tiene muchos nombres: para el débil es lo inalcanzable; para el miedoso, lo desconocido y para el valiente, la oportunidad…

Por eso, al venir hoy a esta que yo llamo, una cruzada internacional contra la violencia infantil, tuve la certeza de que el futuro de nuestros países en materia de derechos de la población menor de edad, debe llamarse oportunidad. Porque además de referirnos al momento propicio para hacer algo; se trata de una palabra con gran contenido, que deriva del latín «opportunitas», que quiere decir «delante de un puerto»; y ello antiguamente significaba que cuando se pasaban muchos meses en alta mar, en el primer puerto que se lograba divisar, estaba la Oportunidad…

Por ello, hoy, en el contexto de la Asamblea General de la FIO en su edición número 17 y a partir de nuestro trabajo como instituciones defensoras de los derechos humanos de todas y todos; nuestro puerto debe ser el de la denuncia y la intolerancia absoluta, hacia cualquier tipo de violencia que se ejerza contra nuestros niños y niñas. Eso tenemos en común -entre muchas otras características- precisamente esta mañana, nos une la oportunidad de ser una voz que se levanta y que se rebela contra la violencia infantil.

Y es que, estimados amigos y amigas, estamos ante un flagelo con características de epidemia social, que no es exclusivo de un país o región en particular. En realidad, es una problemática global que nos alcanza y nos incumbe cada día a todas y todos. Ciertamente, los datos son alarmantes, pero cuando pasamos a constatar la realidad que nos describen, cuando a esas estadísticas le quitamos el valor numérico para transformarlo en el rostro de millones de niños y niñas, la situación resulta por mucho, más que escandalosa. Porque no es posible, que en el mundo globalizado de la tecnología total, del Ipod y del Iphone; de la computadora personal y del avance abrumador de la ciencia; 1000 millones de niños y niñas no disfrutan del desarrollo y la protección que prometió la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989.

Veamos tan solo unos ejemplos. En la actualidad, uno de cada tres niños no tiene una vivienda digna; uno de cada cinco vive sin acceso al agua potable y uno de cada siete, carece de servicios básicos de salud. Además, según el estudio denominado Mapeo Centroamericano sobre la violencia contra la niñez, poco menos del 30% de las víctimas de homicidio en América Latina son adolescentes entre los 10 y 19 años de edad.

De igual forma, hoy, en nuestra región, existen 6 millones de niños y niñas… ¡amigos y amigas!… 6 millones de niños y niñas, que sufren abusos severos, incluyendo abandono y explotación; y 80 mil personas menores de 18 años mueren cada año debido al abuso de sus padres y madres.

A estos datos se suma la problemática del castigo físico y otras formas de maltrato cruel o degradante, también utilizados por padres, madres y otros miembros de la familia en el hogar; o bien, por quienes son responsables del cuidado y protección de los niños, niñas y adolescentes en distintas instituciones de atención. Pero también, educadores y educadoras en los centros de enseñanza, ejercen malos tratos sobre las personas menores de edad, quienes además, en muchos casos son niños y niñas explotados laboralmente, sin condiciones de seguridad, de edad mínima legal y de salario mínimo… Y la lista, lamentablemente, podría continuar…

Ciertamente, ante un escenario tan de alarmante es claro que estamos frente a una epidemia que exige, entonces, ser tratada como tal. Es decir, con soluciones sostenidas en el tiempo, con políticas públicas integrales, con la creación de normas y el fortalecimiento de las existentes; y sobre todo, con el compromiso solidario de todos los sectores de la sociedad.

Pero también, ante una realidad de tales magnitudes, existe la otra posibilidad. La de no actuar, la de pensar desde el facilismo y asumir que es poco lo que se puede hacer, que la problemática nos desborda y que el objetivo de alcanzar el puerto de la erradicación de la violencia infantil es imposible. Pero así no pensamos, esa no es nuestra forma y por eso estamos aquí el día de hoy. Todos los países, tenemos la obligación de crear leyes que garanticen el bienestar, la salud y el desarrollo pleno de los niños y las niñas; tanto como de prohibir todas las formas de violencia en cualquier contexto social. Y al hacerlo, damos uno de los pasos más certeros y firmes en la atención y protección integral de nuestros niños y niñas.

Dichosamente, ahora existe mayor conciencia y también, más instrumentos jurídicos para avanzar en el respeto a los derechos de las personas menores de edad; y aunque la existencia de normas no garantiza por sí misma, su cumplimiento, lo cierto es que estamos trabajando desde una conciencia realista de que falta mucho por hacer; pero también, desde un optimismo pragmático que nos enseña el camino que vamos recorriendo para no detenernos.

De tal forma, desde la FIO, como instituciones defensora de derechos humanos, trabajamos con la certeza de que un niño o niña que pueda crecer protegido contra la violencia y el abuso, tendrá más posibilidades de crecer sano física y mentalmente; y menos probabilidad de participar en relaciones de poder abusivas y de explotación. Tal certeza nos convoca, nos sostiene y nos marca el rumbo -que en realidad es un mandato ético- sobre el trabajo que debemos hacer y sobre la enorme responsabilidad que tenemos para con las personas menores de edad.

Esa es nuestra consigna en la Asamblea de este año; y tal es también, la oportunidad que tenemos en esta ocasión, para alcanzar el puerto de la denuncia y la intolerancia contra la violencia infantil, del que hablábamos unas líneas atrás.

Es verdad que los retos son muchos y que ninguno es sencillo; sin embargo, quiero decirles con mucha satisfacción, que en esta cruzada para los derechos humanos que emprendimos este año, no estamos solos y eso debe rescatarse. En la Defensoría de los Habitantes, como institución anfitriona de la Asamblea de la FIO para este año, nos dimos a la tarea de buscar aliados nacionales e internacionales. Pedimos apoyo y buscamos ayuda para poder hacer esta reunión en nuestro país… Y amigas y amigos, quiero decirles que distintas instituciones y organismos nacionales e internacionales, nos escucharon y sin pedir nada a cambio, se comprometieron con nuestra idea, se nos unieron contra la violencia infantil y se permitieron soñar con nosotros para ayudarnos a construir este enorme canal de comunicación, de trabajo y de difusión de derechos humanos que hoy estamos inaugurando.

Por ello, no puedo dejar pasar la oportunidad de agradecerles a todos y cada uno de ellos, porque hicieron posible esta cruzada por los derechos de las personas menores de edad. En Costa Rica, gracias por su invaluable ayuda al Instituto Nacional de Seguros, al Banco Popular y de Desarrollo Comunal; al Banco de Costa Rica y a la Municipalidad del cantón de San Carlos en la provincia de Alajuela.

A nivel internacional, gracias al Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y también, al Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). Gracias al Proyecto PROFIO: Fortalecimiento de la Federación Iberoamericana de Ombudsman, de la Cooperación Internacional Alemana; y gracias también al Gobierno del Reino de Noruega, mediante el Proyecto: Consolidación de Derechos Humanos y el Teatro de Ibsen.

Finalmente, gracias a las expertas internacionales que abrieron espacio en sus ajustadas agendas para venir a Costa Rica a enriquecernos con su aporte: Dra. Marta Santos Pais y Dra. Rosa María Ortiz. Gracias. A todas y todos; a ustedes por estar acá hoy, nuestra calidez y sincera gratitud, porque ciertamente, sin su apoyo, nada de esto hubiese sido posible.

Entonces, con los brazos abiertos y en nombre de la Defensoría de los Habitantes de Costa Rica, como institución anfitriona de la Décimo sétima Asamblea General de la FIO, les invito a participar y a acompañarnos con el optimismo propio de quien -como dijo Víctor Hugo- ve con valentía el horizonte de la Oportunidad… esta es la nuestra; es ahora cuando nos corresponde seguir caminando, subir las velas y extenderlas para alcanzar –ojalá- lo antes posible, el puerto de la plenitud en dignidad humana, para nuestros niños y niñas.

 

FUENTE: Gabinete de prensa de la Defensoría de los Habitantes de la República de Costa Rica