MÉXICO: Discurso del Presidente de la CNDH en el Seminario Internacional «Respuesta a la Violencia contra las Mujeres: la Convención de Belém do Pará»

Señor José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de los Estados Americanos, Senador Raúl Cervantes Andrade, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, Señoras y señores:

En primer lugar quiero agradecer al señor José Miguel Insulza y a la Organización de Estados Americanos por su invaluable colaboración para hacer posible este evento. Saludo y agradezco la presencia de todos ustedes. Su participación es muestra de la alta prioridad que tiene este tema para el Estado Mexicano.

Asimismo expreso nuestra gratitud a las personalidades que nos impartirán las conferencias que atenderán los temas de este seminario internacional, por su generosa disposición a compartir con todos nosotros sus experiencias y conocimientos en la materia que nos ocupa.

Quiero destacar que la necesidad de realizar y multiplicar foros como este es ya de suyo una expresión sintomática de la preocupante situación que prevalece en prácticamente todo nuestro continente, ya que la violencia de género siguen siendo parte del paisaje cotidiano en nuestros países, sin que resulten suficientes hasta ahora los esfuerzos emprendidos por nuestros gobiernos.

En este país, hemos logrado: la expedición de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; no obstante, aún no podemos afirmar que se hayan reducido sustancialmente -ni mucho menos- los índices de violencia contra las personas del género femenino.

Es necesario redoblar el esfuerzo desde todos los ámbitos del poder institucional y también desde los foros de expresión y mecanismos organizados de la sociedad civil.

La violencia contra las mujeres es uno de los problemas que más preocupa a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es una conducta que por desgracia ha sido tolerada desde tiempos remotos, y desterrarla no es tarea fácil. Se trata de una de las expresiones más dañinas y graves de la desigualdad que prevalece no sólo en México, sino en muchas regiones de nuestro continente y del mundo.

La peor y más ominosa forma de exclusión de la mujer es la violencia contra su integridad física, sexual y sicológica, porque ésta es la forma más contundente de vulneración y agravio contra la dignidad humana. Esa violencia incluye toda forma de discriminación o práctica cultural que presuponga o precondicione inferioridad del género femenino.

Una de las aportaciones fundamentales de la Convención de Belém do Pará consiste en el reconocimiento de los Estados parte de que la violencia contra la mujer impide y anula el ejercicio de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, lo que en otras palabras significa hacer nugatorios los derechos humanos de la mitad de la población, consignados en los instrumentos internacionales y en las constituciones de nuestros países.

La Convención de Belém do Pará contribuye a la toma de conciencia en toda América de que la consolidación de la democracia y el desarrollo de nuestros pueblos pasa necesariamente por la erradicación de la violencia contra las mujeres y la instauración de una verdadera igualdad de géneros.

Así como históricamente ha sido necesario incluir a las mujeres en el ejercicio del sufragio para poder alcanzar la democracia en el ámbito electoral, hoy en día debemos comprender que la democracia como sistema de vida parece un ideal un tanto inalcanzable mientras no cese la violencia contra las mujeres. No puede erigirse una democracia constitucional si el Estado no asume el compromiso de combatir por todos los medios a su alcance la violencia contra las
mujeres.

Ninguna institución pública o privada está exenta de la responsabilidad de actuar con la mayor diligencia y eficacia para atender a toda mujer que haya sido objeto de cualquier forma de violencia de género. Se requiere una actitud decidida y enérgica de todas las autoridades, sin excepción, porque de otra manera sería imposible impulsar no sólo un cambio sino un giro completo que erradique los atavismos culturales que solapan las diversas violencias que se perpetran contra las mujeres.

La impunidad es el principal aliciente para la violencia de género, entre ellas el feminicidio. Cada vez que la autoridad es omisa en la prevención o en el castigo a estos delitos está alentando a los perpetradores para continuar cometiendo crímenes contra las mujeres.

La misoginia y la cultura de abuso contra la mujer son otros incentivos de la impunidad. Esa complicidad de género (entre hombres), o peor aún, esa complicidad anti-género (en la que por desgracia también participan algunas mujeres) contra el sexo femenino, es el elemento intangible pero real que está detrás de los comportamientos omisos o incluso activos en perjuicio de sus derechos. 

En este seminario se hará una revisión del estado que guardan los derechos humanos de las mujeres en América y en nuestro país, particularmente el derecho a una vida libre de violencia y sin discriminación. Ello permitirá reflexionar sobre las acciones emprendidas en este renglón y sobre las iniciativas que deben impulsarse para remontar el período histórico en que ha prevalecido la violencia y la discriminación de género, a fin de arribar a un estado de convivencia armónica que reivindique la dignidad de las mujeres.

Finalmente, deseo expresar que los objetivos de este seminario sean colmados satisfactoriamente en beneficio de la causa de las mujeres por una vida digna y en paz.

Muchas gracias.

FUENTE: Comisión Nacional de Derechos Humanos de México