ASTURIAS: Conmemoración del día universal de los niños y las niñas

En 1956, la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal de la Infancia, que se consagraría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños y las niñas del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños y niñas del mundo.


El 20 de noviembre se conmemora la fecha en que la Asamblea General aprobó la Declaración sobre los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989. Por ello, el 20 de noviembre ha pasado a ser el Día Universal de los Niños y las Niñas. Una conmemoración que tiene más de toque de atención y necesaria señal de alarma que de festejo. Y es que las cifras que dibujan la situación de la infancia a nivel mundial no resultan precisamente alentadoras.

 

Artículo de la Procuradora General:

 

Solidaridad para crecer «Día Internacional de los Derechos del Niño»

 

María Antonia Fernández Felgueroso, Procuradora General del Principado de Asturias

Noviembre – 2011

El verbo crecer se ha adueñado de nuestro vocabulario. Crecer es el reto. El que no crece no cuenta. Crecer a costa de lo que sea. Crecer hasta el gigantismo si es necesario. Y en esa batalla obsesiva por procurarnos economías y sociedades en crecimiento constante, sostenible, o del tipo que sea, tendemos a olvidarnos de quienes, de verdad, están aquí para crecer: los niños y los adolescentes, objetivo específico fijado este año por Unicef en el Día Universal de la Infancia.

Que un niño crezca es el mayor orgullo y la principal responsabilidad de su familia. Debería serlo, al menos. Pero hay muchos países en los que el crecimiento de la infancia y la adolescencia choca con los intereses que priman el incremento de los mercados, de la especulación o de la explotación de los recursos naturales o humanos. Los millones de niños que crecen mal o, simplemente, que nunca llegan a crecer porque mueren en los primeros meses o años de su vida, los adolescentes que mueren violentamente, que son pasto de las redes de tráfico de drogas o de personas, son el testimonio más desgarrador de que posiblemente estemos alentando un mundo con las prioridades cambiadas.

Cada 20 de noviembre, Día Mundial de los Derechos del Niño Unicef, nos invita a ocuparnos del futuro de los adolescentes. En 2009, 1.200 millones de adolescentes, con edades comprendidas entre los 10 y 19 años, constituían el 18% de la población mundial. Desde 1950, el número de adolescentes ha aumentado más del doble y el 88% de ellos viven en países en desarrollo. En 2050 se prevé que en África subsahariana habrá más adolescentes que en ninguna otra región, sobrepasando ligeramente el número de las dos regiones asiáticas.

La adolescencia es la llamada «segunda década de la vida» y considerada como un momento de la existencia que es clave para condicionar lo que pasará después. Invertir en los adolescentes es la mejor manera de consolidar los esfuerzos que se han realizado desde hace años a favor de los derechos básicos de la infancia. De poco sirve reducir las mortalidades infantiles y las hambrunas, si esos niños se convierten en adolescentes sin recursos y atención, carecen de estudios, trabajo o medios de vida. Datos de Organismos Internacionales señalan que en el Brasil, por ejemplo, 81.000 adolescentes de 15 a 19 años fueron asesinados entre 1998 y 2008.

En el plano mundial, la asistencia neta a la escuela secundaria es aproximadamente un tercio más baja que la asistencia a la escuela primaria. De todos los nuevos casos de infección por el VIH alrededor del mundo, un tercio corresponde a jóvenes entre los 15 y los 24 años. Con estos datos en la mano es difícil no preguntarnos si todo lo que hacemos en favor de los niños y del respeto a sus derechos no está perdiendo valor debido a nuestra falta de apoyo a los adolescentes.

En esta época de crisis global, de anuncios de recortes sociales, de poner en segundo plano el crecimiento de las personas frente al de las economías, debemos insistir en que invertir en los adolescentes puede acelerar los progresos en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la discriminación por motivo de género. La adolescencia es una década central de la vida, cuando la pobreza y las desigualdades suelen transferirse a la siguiente generación, puesto que los hijos de las adolescentes pobres nacen en situación de pobreza. Desde esta Defensoría creo con firmeza que cortar de raíz la pobreza y la marginación desde la infancia hasta la adolescencia es nuestra responsabilidad y, por supuesto, el único camino para crecer de verdad.


FUENTE: Procuraduría General del Principado de Asturias