La mitad de las personas refugiadas en todo el mundo son mujeres. Su realidad cotidiana de vulnerabilidad está vinculada a las inequidades estructurales previas al conflicto que las obliga a huir.
En todo el mundo hay 35,8 millones de personas que están obligadas a dejar sus hogares en busca de protección. Por poner solo un ejemplo, en Siria más de 1.600.000 personas han huido del país desde que estalló la violencia en marzo de 2011. Se estima que otros 4,25 millones de personas están desplazadas dentro de Siria, aunque el número de afectadas por la guerra es aún mayor.
Estas personas se han trasladado en busca de refugio principalmente al Líbano, Jordania y Turquía, pero también a Egipto e Irak. Allí requieren ayuda internacional para cubrir las necesidades básicas de refugio, identificación, alimentación, salud, higiene, educación y protección. Prácticamente la mitad (49,1%) son mujeres. Además, el 51% son niños y niñas menores de 18 años. La violencia armada que provoca la huída de estas personas sigue activa provocando cada día nuevos desplazamientos.
Por otro lado, en la República Democrática del Congo (RDC) las personas desplazadas dentro y fuera del país suman más de 3 millones (1 millón sólo en Kivu Norte). Al menos la mitad de estas personas son mujeres. La población al Este del país lleva casi 20 años sufriendo múltiples violencias que impiden su vida normal. Entre otros motivos, los recursos naturales únicos (el coltán, el oro, casiterita, diamantes, etcétera) alimentan esos conflictos. Las empresas del sector tecnológico, entre otros, que utilizan esos materiales en la manufactura de sus productos sostienen en muchos casos el contrabando. Las condiciones de extracción son de esclavitud.
Además, la violencia sexual y basada en el género sigue siendo uno de los más graves desafíos a los que debe enfrentarse la población. La inequidad existente previamente provoca que, con el surgimiento del conflicto, las mujeres sean el blanco de una violencia específica contra ellas, simplemente por su condición de mujeres. En menor medida, los hombres también son agredidos sexualmente como una forma de “humillación” que, según los parámetros de inequidad, los “rebaja a una condición de mujeres”.
Cuando la situación se apacigua, las personas desplazadas vuelven a sus hogares a retomar sus vidas de la mejor manera posible. En muchos casos, las mujeres regresan solas o con sus hijos e hijas, así que dependen de sí mismas en su nuevo trayecto de vida. Las mujeres realizan un gran esfuerzo para generar ingresos suficientes para sostener a su familia. Pero además, luchan para hacer valer sus derechos en condiciones de marginación y precariedad, demostrando una gran fortaleza y capacidad de superar los obstáculos.