1° de Mayo – Día Internacional de los y las Trabajadoras


Este día se estableció en el Congreso Obrero Socialista celebrado en París en 1889, en homenaje a los Mártires de Chicago, asesinados por la represión en los días de lucha por las ocho horas de jornada laboral, en 1886.

A 125 años de esas trágicas jornadas, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras en el mundo siguen peleando por conquistar sus derechos más básicos. Aún hoy, en pleno siglo XXI no se ha eliminado el trabajo esclavo, tanto en el campo como en la industria, trabajando más de 12 horas por día, sin acceso a servicios de salud, en condiciones infrahumanas, con ingresos magros que no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de una familia, y en situaciones de expresa esclavitud, en la que los y las trabajadoras son retenidos/as de forma ilegal y obligadas a trabajar bajo amenazas.

Asimismo, es nefasto que en el mundo más de 230 millones de niños y niñas trabajen en condiciones de ilegalidad y precaridad. Se cree que 130 millones lo hacen además en tareas peligrosas, y representan entre el 40 y el 50% de las víctimas del trabajo forzado.

Sin embargo, hay que destacar que son numerosos los esfuerzos de los Estados y organismos internacionales por avanzar en materia de derechos laborales. Aunque la mayoría de las normas internacionales del trabajo regulan la realidad tanto de las trabajadoras como de los trabajadores, existen algunos ítems que se refieren especialmente a la situación de la mujer.

Ellos se centran en torno a dos preocupaciones fundamentales, según las normativas de la Organización Internacional del Trabajo:

– Garantizar la igualdad de oportunidades y de trato en el acceso a la formación, el empleo, la promoción, la organización y la toma de decisiones, así como la igualdad de condiciones en términos de salario, beneficios, seguridad social, y servicios de bienestar cuya prestación esté vinculada con el empleo.

– Proteger a la trabajadora contra aquellas condiciones de trabajo que puedan entrañar riesgos para la maternidad.

Desde 1952, año en que se revisó el primer convenio internacional sobre el trabajo femenino, se ha producido una evolución muy profunda en la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo, y se ha avanzado hacia un compromiso cada vez mayor para eliminar la discriminación en el empleo. No obstante, las oportunidades de la mujer frente a las masculinas son, aun hoy, menores y deficientes. Ello trae consecuencias no sólo ni particularmente sobre las mujeres, sino sobre los grupos familiares que de ellas dependen económicamente, especialmente los hijos e hijas.